domingo, 13 de marzo de 2011

CINE Y BARDEOS: A PROPÓSITO DE "MAN IN THE CHAIR"

Homenajeando a los clásico a base de videoclips... Cine epatante a cargo de @dpalosg.


Con el tiempo, la cinefilia de uno se ha ido curando y vacunando de espantos. Cada vez resulta más complicado verse sorprendido (para bien o para mal) por una película, hasta que, de tarde en tarde, aparece una genialidad o algo tan horroroso que te deja con los ojos y la boca abiertos de par en par. “Man in the chair” está lejos de ser una genialidad y tampoco llega a la categoría de lo horroroso. Pero ciertamente tiene elementos que descolocan. Y no tanto por el “qué”, sino por el “cómo”. ¿Cómo a alguien se le puede ocurrir homenajear al cine clásico norteamericano mediante una cinta de estética a medio camino entre la MTV y el Oliver Stone de “Asesinos natos”? Pues el director Michael Schroeder no ha tenido mejor idea.  Algunos dirán que es emparentar clasicismo y (falsa) modernidad. Pero a los que, cuando bebemos agua nos gusta beber agua y cuando bebemos whisky nos gusta beber whisky, el asunto nos sienta como si a Tony Scott le diera por rodar un remake de “Ciudadano Kane”.

Y ciertamente, es una lástima. Porque más allá del largo videoclip en que se convierte, “Man in the chair” tiene elementos para haber acabado siendo algo más que un film resultón. Su argumento, aunque más blandito que la más cándida de las obras de Frank Capra, funciona bastante bien. Los veteranos Chistopher Plummer y M.Emmet Walsh tiran de oficio y nos regalan unas convincentes interpretaciones que compaginan la ternura y la mala leche hasta construir la humanidad de sus personajes. Y la moraleja sobre la importancia del respeto a los mayores siempre es altamente recomendable. Una pena que todo esto esté envuelto como si de un videoclip de Kanye West se tratara.

No sé que pensarían de la estética de esta cinta algunos de los cineastas a los que se hace referencia en la misma: Hawks, Capra, Welles… Seguramente serían más indulgentes que esta crítica. Pero sí que tengo claro que uno de ellos (ese John Ford de parche en el ojo que vigila los movimientos del joven protagonista desde un inmenso póster colgado en su habitación) es probable que llamara a Victor McLaglen, Ward Bond, Jack Pennick y unos cuantos amigos más para aclararle a Schroeder el modo en que se explicaban las historias en el Hollywood clásico, ni que fuera a base de una buena tunda de bofetones.

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